Llevar a cabo la «revolución metafísica» es dejar de pensar con palabras y dejar que las «ideas» se piensen a sí mismas dentro de nosotros. Es convertir nuestra inteligencia al símbolo y descubrir así que la metafísica misma está subordinada a la revelación. Y es «Jean Borella», a través de su obra -que abarca 50 años-, quien nos guía por el camino de esta conversión.
Jean Borella (1930) es un «filósofo revolucionario». ¿Seguía siendo posible hacer metafísica después de las críticas de físicos (Galileo), filósofos (Kant, Heidegger y Derrida), sociólogos (Marx y Lévi-Strauss), psicólogos (Freud y Lacan) e incluso (pseudo) teólogos (Küng, Drewermann)?
Pues sí. La obra de Jean Borella da testimonio de esta posibilidad; es esta misma posibilidad, al final de una simple revolución en el pensamiento del conocimiento.
Resumen del libro
- INTRODUCCIÓN: Un enfoque y una obra
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PRIMERA PARTE. Un pensamiento de la historia del pensamiento
- 1. La ruptura sofística postparmenidiana y la alternativa «complementaria» entre Platón y Aristóteles
- 2. Una historia de los cuatro regímenes de la razón
- 3. El asesinato en tres pasos del simbolismo por el racionalismo crítico de los tres últimos siglos
- 4. El advenimiento de un cierto cristianismo ideológico a través de los tres tipos de herejías
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SEGUNDA PARTE; Los emplazamientos relativos de la filosofía y la ciencia, el esoterismo, la ontología, la teología, la mística y la metafísica en relación con la gnosis
- 5. Filosofía y ciencia, el cierre epistémico del concepto
- 6. Esoterismo, metafísica y gnosis
- 7. Gnosis y gnosticismo
- 8. Teología, ontología, ontoteología y metafísica
- 9. Mística, vía integral
- 10. Los cuatro modos de teología
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TERCERA PARTE. Metafísica de la relación
- 11. El signo simbólico
- 12. Metafísica de la analogía
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CUARTA PARTE. Los sentidos innatos y la capacidad metafísica del hombre
- Introducción: la inteligencia y la razón, lo psíquico y lo espiritual
- 13. El sentido de lo sobrenatural
- 14. El sentido de la realidad
- 15. El sentido del sentido
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QUINTA PARTE. Metafísica de los misterios cristianos
- 16. El problema de la unidad de las religiones
- 17. El más allá del Ser
- 18. Metafísica del misterio cristiano
- CONCLUSIÓN: La revolución metafísica
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Apostilla de Jean Borella
Extracto
La experiencia semántica
«Si, como sostiene Kant, la intuición intelectual ‘»‘no fuera nuestra'»‘, la ilusión de un acceso directo y vivo a la esencia no podría siquiera producirse». Si hay ilusión, no puede ser en la percepción, sino sólo en la convicción de que nuestro ser es igual a nuestra visión.
Toda inteligencia, en el acto por el cual concibe lo que es la esencia de una cosa, experimenta una experiencia semántica, una experiencia del sentido o de lo inteligible, sin la cual no podría formarse un concepto de ella. El concepto no se abstrae pura y simplemente de la cosa; ante todo, debe tener sentido, debe constituir una unidad inteligible, y la inteligencia debe reconocerla porque tiene sentido. No hay otro «criterio de verdad» que este re-conocimiento, esta aquiescencia de la inteligencia, su experiencia de acuerdo con su propia naturaleza intelectual.
Este momento en que el intelecto pasa de la potencia al acto no puede adquirirse, enseñarse ni demostrarse; es intuitivo, directo e inmanejable. A primera vista, podríamos decir que sólo lo no contradictorio es inteligible (no entenderemos un círculo cuadrado), pero en el fondo ésta es sólo la condición extrínseca de la intelección. El acto mismo de intelección es la captación de la esencia en su «talidad«, en su naturaleza propia, su contenido como tal; es entonces un acto intuitivo y sintético de contemplación, la revelación de la esencia como sentido, de la talidad como sentido. Esto es la inteligibilidad intrínseca: lo que «tiene sentido» para el intelecto, lo que suscita en él un «eco semántico», lo que «le dice algo», lo que «le habla».
Por intelecto agente entendemos aquel acto de la naturaleza intelectiva como tal, que ilumina inteligiblemente las cosas recibidas por el intelecto paciente. Y cuando el intelecto paciente duerme, en el sueño de la «ignorancia de todas las cosas, el intelecto agente vela, solitario, en la pura luz del Logos«.
Esta experiencia semántica de la talidad es tan radical y tan original que escapa a nuestra atención. Y, sin embargo, es lo que nos permite aceptar semánticamente todas las formas de las que no teníamos idea a priori, que éramos incapaces de imaginar, y que nos son reveladas por la experiencia sensible. Es lo que nos da la rosa como «rosa», y «aunque no podamos decir de la rosa otra cosa que ‘»‘rosa'»‘, nuestra experiencia de ella es perfectamente clara y reconocible en su identidad indecible y oscura».
Esta oscuridad consiste en que lo que se da a la inteligencia no es el ser mismo de la esencia, sino la esencia como significado. Pues si la «presencia semántica» de la esencia llega a la inteligencia, su realidad sólo está en Dios. «Ahora vemos en un espejo, oscuramente», dice San Pablo (1 Cor., XIII, 12).
Esta experiencia es el acto común del que recibe el sentido (la inteligencia) y de la inteligibilidad intrínseca (la rosa), una unión de sujeto y objeto, pero una unión sólo semántica, no ontológica. Pues «no es la esencia la que está fuera de la existencia, es la existencia la que está fuera de la esencia, y que es este mismo ‘fuera’ (ex-sistere = estar fuera). Por eso, si lo primero está inmediatamente presente a lo segundo, lo segundo, en el caso del hombre, está presente a lo primero (primero noéticamente, luego realmente) sólo a través de una mediación y de una mediación revelada, es decir, de una forma en la que la esencia se ha hecho existencia para que la existencia reencuentre su esencia: «Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn. XIV, 6), XIV, 6)» (cf. Esotérisme guénonien et mystère chrétien, cap. II, § IV – «L’intuition des essences comme expérience sémantique», pp.47-51).
Aviso de publicación
Para ofrecernos un panorama de este gran pensamiento, Bruno Bérard ha optado por presentar una «síntesis» del mismo, sin comentario alguno, en forma de patchwork muy ordenado.
La primera parte reúne los frescos pintados por Jean Borella, que abarcan 3.000 años de historia del pensamiento: la crisis sofística y las respuestas de Platón y Aristóteles, los cuatro regímenes históricos de la razón, el asesinato del simbolismo a lo largo de tres siglos, etc.
La segunda parte reúne definiciones de los tipos (y modos) de conocimiento que componen la filosofía y la ciencia, el esoterismo, la ontología, la teología, la mística y la metafísica, campos todos cuyos nombres conocemos bien, pero cuyos ámbitos específicos e interrelaciones se vuelven menos precisos en cuanto tenemos que deletrearlos.
La tercera parte nos permite entrar en una metafísica de la relación, a través, por una parte, de una teoría del símbolo, que no sólo «da al pensamiento» (Paul Ricoeur) sino aún más «da el pensamiento a sí mismo» y, por otra parte, en una metafísica de la analogía, cuya analogía resulta ser la clave del símbolo, porque éste se había convertido en símbolo al adoptar formas sensibles.
La cuarta parte, la más antropológica, puede mostrarnos entonces el triple sentido metafísico del hombre: el sentido de lo sobrenatural, el sentido de la realidad y el sentido del sentido, el «lugar» donde la inteligencia está llamada a convertirse en símbolo.
Por último, la quinta parte, tras mostrar las consecuencias inaceptables de lo que sería una unidad trascendente de las religiones y los diferentes accesos al más allá del Ser propuestos por Jean Borella a lo largo de sus obras (la vía lógica, la vía analógica, la vía de la paradoja Identidad-Alteridad, etc.), debía mostrar cómo esta metafísica redescubierta es la del Misterio cristiano.
Reseña
Seguir leyendoAl titular su libro La révolution métaphysique (La revolución metafísica), Bruno Bérard da gran relieve a la obra de Borella, diez de cuyos libros se citan en la bibliografía, sin contar los artículos. En efecto, no podemos evitar establecer un paralelismo con la revolución psicoanalítica de Freud.
¿En qué consiste esta «revolución metafísica» iniciada por J. Borella? Una ruptura con tres siglos de filosofía impregnada de racionalismo y una vuelta a un punto de partida. Se trata de un despertar de la conciencia del simbolismo sagrado bajo la influencia de un cierto neoplatonismo rectificado por San Agustín, con el fin de reorientar el pensamiento en la dirección del símbolo. El objetivo es perpetuar a través de los tiempos el eco de la realidad de una gnosis crística. Según Borella, la metafísica conduce a una revolución personal…
«Bruno Bérard resume la obra de Jean Borella. Una síntesis (no una reducción) del pensamiento del metafísico de Nancy, que ha sido refrendada por el filósofo»
Artículo de l'Est RépublicainBruno Bérard estudia la metafísica desde hace 20 años y, a medida que su lectura y su pensamiento han progresado, se ha dado cuenta del lugar eminente que ocupa Jean Borella.
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