Si algunas palabras cristianas se han desvanecido a lo largo de los milenios, ¿no es hora de sazonarlas con unos granos de sal? Así se ha hecho a lo largo de los tiempos. Como cada nueva época y cada nueva generación aportan sus diferencias culturales, estas palabras necesitan volver a ser comprendidas. Bruno Bérard
El lector comprobará de qué manera tan diferente ha sido comentada la misma palabra por cada autor. Cuando se trata de las palabras del Maestro supremo, las perspectivas parecen multiplicarse de forma espectacular y un descubrimiento lleva a otro; ¡así es como entendemos a Santo Tomás, que también comentó las comas en las Sagradas Escrituras! Aldo La Fata
Resumen del libro
Prólogo
- «Ama y haz lo que quieras» – Bruno Bérard (BB)
- «Ama y haz lo que quieras» – Aldo La Fata (ALF)
- «No juzguéis» – BB
- «No juzguéis» – ALF
- «Fuera de la Iglesia no hay salvación» – ALF
- «Fuera de la Iglesia no hay salvación» – BB
- «Muchos son llamados y pocos elegidos» – ALF
- «Muchos son llamados y pocos elegidos» – BB
- «Dad al César lo que es del César… «. – ALF
- «Dad al César lo que es del César… «. – BB
- «Quien se enaltezca será humillado…». – BB
- «Quien se enaltezca será humillado…». – ALF
- «No nos dejes caer en la tentación» – ALF
- «No nos dejes caer en la tentación» – BB
- «El reino de Dios está cerca» – BB
- «El reino de Dios está cerca» – ALF
Extracto
En sus Homilías sobre la primera epístola de Juan (tratado VII, 7-8) leemos el mandamiento de San Agustín: dilige et quod vis fac! («ama y haz lo que quieras»)1. En su amplia exposición, tiene la ventaja de esbozar lo que es el amor:
Este breve mandamiento te es dado de una vez para siempre: Ama y haz lo que quieras. Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Ten la raíz del amor en tu corazón: nada malo puede salir de esta raíz. Eso es el amor.
Por supuesto, esta raíz del amor es Dios, especialmente en su inmanencia, es decir, su presencia en el mundo. Al dar el ser, da simultáneamente el amor; don y amor son aquí sinónimos, y son, por cierto, los dos nombres del Espíritu Santo (según Santo Tomás de Aquino). Por eso se dice que «Dios es amor» (1 Jn IV, 8) y que «el Padre y el Hijo se aman y nos aman por el Espíritu Santo o por el amor que engendra» (Tomás de Aquino, Suma teológica, 1a, q. 37, a. 2 c).
Esto significa que «el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Jn IV, 16). Esto significa que «‘el amor’ es una única realidad […] el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables» (Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, §§ 8, 18). Desde esta perspectiva, no hay un amor que «asciende» (eros) y un amor que «desciende» (ágape); este amor es un único y puro Espíritu Santo. Tampoco hay un amor horizontal (hacia los demás) y un amor vertical (hacia Dios), sino un único amor. Por eso los dos primeros mandamientos son «semejantes»:
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Estos dos mandamientos contienen toda la ley y los profetas (Mt XXII, 35-40; Mc XII, 28-31; Lc X, 25-28).
Ésta es también la razón por la que uno debe descubrir en sí mismo el amor al prójimo (Mt XXII, 39) y al enemigo (Mt V, 44). Por lo demás, esto vale también para la salvación, porque un «egoísmo de la salvación» 2 es una imposibilidad: uno no se salva porque es Dios quien salva y porque ha venido a salvar a todos los hombres. Pues «el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y como todos los miembros del cuerpo, a pesar de su número, forman un solo cuerpo, así también Cristo» (1 Cor XII, 12). «Todos somos miembros los unos de los otros» (Rom XII, 5), y sólo hay una perspectiva:
Todos han de ser uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean uno en nosotros (Jn XVII, 21).
Lo mismo ocurre con la redención: identificarse con Dios por Cristo, por la divinización. Pero esta identificación no es solitaria («para que también ellos sean uno en nosotros»); pasa necesariamente, como pensamos, por una «recapitulación»:
Todas las criaturas vienen a reunirse en mi intelecto, a hacerse inteligibles en mí. Sólo yo las preparo para volver a Dios3.
Maestro Eckhart
Notas
- San Agustín usa «diligo» (amar) en latín, que es distinto de «amo«, como el amor es distinto de la pasión.[↩]
- «La teología mística no conoce ningún «egoísmo de la salvación»», Stefan Vianu, «Dieu et le Tout dans le néoplatonisme chrétien : Érigène, Eckhart, Silesius«.[↩]
- Maestro Eckhart, «Alle Geschöpfe versammeln sich in meinem Verstand versammeln…», Traités et sermons, traducción y notas de Alain de Libera, París: GF Flammarion, 3ª ed., 1995, p. 388.[↩]