La metafísica se enfrenta aquí, a través de las aportaciones de hombres de letras, filósofos, de un físico y matemático: a su práctica, al arte, a la política, a la poesía, a su historia reciente y al redescubrimiento de la analogía, a la lógica de la que constituye el límite, a la doctrina cristiana de la creatio ex nihilo, a la física, a la fenomenología y a la mística, a su posibilidad en el budismo, a toda doctrina dogmática que afirme la verdad o la duda absoluta, y a la historia de su nombre y de su concepto.
Resumen del libro
Introducción – Bruno Bérard
- Panorama de la metafísica, teoría y práctica – Pamphile
- ¿Por qué hay algo en vez de nada? – Martin Heidegger
- El otro lado de la palabra – metafísica y poesía – Jean Biès
- La metafísica como «visión” – Wolfgang Smith
- En busca de los fundamentos metafísicos de la política – Kostas Mavrakis
- Metafísica del ayer y del mañana. Analogía del amor – Emmanuel Tourpe
- El ser dado, la nada dada – metafísica en el cristianismo – Alain Santacreu
- Metafísica y lógica – François Chenique
- La gran crisis metafísica del arte – Aude de Kerros
- Metafísica en el budismo. La ley de la «producción condicionada» (paṭicca-samuppāda) y sus implicaciones ontológicas – Jean-Marc Vivenza
- La metafísica como antidogmatismo y como no-sistema – Bruno Bérard
- Sobre el conocimiento metafísico: la metafísica como epifanía del Espíritu – Jean Borella
Extracto
Si somos honestos con nosotros mismos, tenemos que admitir que el acceso directo a las realidades metafísicas experimentadas por nuestra inteligencia es extremadamente difícil de obtener, si no imposible. No porque podamos dudar de su existencia y de su verdad, sino porque nuestro ser aquí en la Tierra no es «igual» a ellas. Las conocemos, pero «parcialmente», como dice San Pablo, precisamente en el modo intelectivo. Además, aunque nos limitemos sólo al modo intelectivo, hagámonos algunas preguntas sinceras. Cuando se nos habla de lo que está «más allá del ser», cuando se nos habla del No-Ser o del Sobre-Ser, ¿en qué pensamos? ¿Qué imaginamos? Muy a menudo pensamos en «algo» que es «mejor que el ser», es decir, en un «Ser» que es «más que el Ser». Tenemos derecho a preguntarnos si todo el contenido de este pensamiento no se reduce al sentimiento de superioridad que nos proporciona sobre el común de los mortales, sobre todos esos laicos que desconocen lo que Platón llama, no sin ironía, una «maravillosa trascendencia» (República, VI, 509 c). A menos que, seducidos por la promesa de descubrimientos asombrosos, depositemos nuestra confianza en las autoridades que nos los hacen vislumbrar desde lejos. ¿Significa esto que debemos renunciar a la metafísica, descartando como un sinsentido la perspectiva meontológica (o supraontológica) hacia la que nos orienta, con el pretexto de que al entusiasmo inicial le ha seguido una cierta decepción especulativa? Desde luego que no. Y la razón más decisiva en favor de la opción metafísica es que el acceso al «punto de vista» meontológico es la única manera de dar cuenta de la «posibilidad del ser» y de responder realmente a la pregunta de Leibniz, retomada por Heidegger, al menos a la luz que se da a una inteligencia humana.
Para quien desee adentrarse en la metafísica, lo que queda es tomar conciencia seriamente tanto de nuestra finitud de criaturas como de la infinitud intrínseca de la luz intelectiva en la que Dios nos ha permitido participar; lo que significa rechazar, por una parte, la hinchazón orgullosa así como la exaltación «mística» (aunque estas reacciones erróneas hayan contribuido, a su manera, a despertarnos), y por otra, honrar la inteligencia como gracia divina y como una especie de teofanía.
Es lo que enseñaba el misterioso Heráclito hace dos mil quinientos años:
Ni aun recorriendo todo el camino,
llegarás a encontrar los límites del alma;
tan profundo Logos tiene.
[Borella, «La metafísica como epifanía del Espíritu», pp. 177-178]