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Lacuria, filósofo y teólogo ocultista del siglo XIX. (tomo II)

Tomo II: El pensamiento del padre Lacuria

Bruno Bérard

Publicación por Les éditions de La Tarente, otoño de 2024

Este libro aún no ha sido traducido del francés. Sólo se ha traducido esta presentación.

Pensador independiente sobre teología y metafísica durante el tumultuoso siglo XIX, el padre Lacuria fue objeto de mucha  controversia, y se lo apropiaron aquí y allá tanto ocultistas como esoteristas. Ha llegado el momento de profundizar en su vida y su obra, y de aportar respuestas definitivas sobre la ortodoxia de su pensamiento católico y la naturaleza de su mística de los números.

El volumen I repasa la vida y la obra de Lacuria.

El volumen II presenta detalladamente su pensamiento.

Resumen del libro

  1. Parte III. ¿Un pensamiento filosófico-ocultista?

    1. Prólogo
    2. Cap. XXXI Síntesis del pensamiento de Lacuria
    3. Cap. XXXII Teología «independiente
    4. Cap. XXXIII Metafísica clásica
    5. Cap. XXXIV Psicología racional
    6. Cap. XXXV «Sociología racional»
    7. Cap. XXXVI ¿Ciencia, simbolismo o mística de los números?
    8. Cap. XXXVII ¿Mística decimonónica o tradicional?
    9. Cap. XXXVIII ¿»Profetismo» o escatología ortodoxa?
    10. Cap. XXXIX ¿Tiene realmente el pensamiento de Lacuria una dimensión ocultista?
  2. Cuarta parte. Influencias y posteridad de la obra del abate Lacuria

    1. Cap. XL La influencia «universal» de la figura lacuriana
    2. Cap. XLI Panorama de una posteridad crítica dispersa
    3. Cap. XLII Una herencia crítica contrastada
  3. Conclusión: Un cripto-ocultismo ficticio

Extracto

De la ciencia matemática a la ciencia de los números

Si toda «ciencia desaparece con el número y reaparece con él», las matemáticas, «donde el número se ejerce sobre sí mismo», constituyen la «ciencia pura», es decir, la «distinción en relación con la unidad». Surgida «enteramente de la unidad, [la matemática] puede siempre volver a ella». Esto es así porque, para Lacuria, «estando la unidad en el centro de la inteligencia, las matemáticas constituyen una relación exacta con el centro, razón por la cual son infalibles». También porque las matemáticas, la geometría y el álgebra, albergan formas y números que, si bien en sentido estricto no son más que límites negativos de realidades que les resultan inaccesibles, también son símbolos que permiten acceder a ellas. Así, para Lacuria, el papel de los números no se limita a la abstracción cuantitativa, ni a las ecuaciones descriptivas de las leyes físicas; son también símbolos ancestrales y universales, cualitativos, legados por la historia -incluida la historia precristiana- y presentes en la revelación bíblica.

Este doble significado de los números caracteriza la diferencia entre Platón y Aristóteles, según el matemático Abraham Fraenkel (1891-1965): para el primero «la existencia de seres matemáticos es independiente del pensamiento humano», para el segundo son «ideas abstraídas de la actividad humana»; y la misma diferencia se dice que existe entre Leibniz y Kant: para el primero, existe una «mathematica universalis, simbólica y formal, que va más allá de todo lo que está al alcance de las construcciones e intuiciones humanas»; para Kant, la geometría, e incluso la aritmética, «están ligadas a las formas de la intuición humana: el espacio y el tiempo». Si hubiera que elegir, y Gödel lo hizo explícitamente, habría que distinguir en primer lugar dos problemas: uno de carácter ontológico, en el que se enfrentan realismo e idealismo, y otro de carácter epistemológico, en el que se desarrolla la controversia entre empirismo e idealismo (Bouveresse). A partir de aquí, la posición de Lacuria es clara: no debemos creer que los números son ni causa ni substancia, trampa en la que cayó Pitágoras, explica, cuando no son más que forma y límite. Además, señala, Fourier cayó en la misma trampa, a pesar de ser un «genio penetrante que intuyó la profunda armonía con el ser que había en las matemáticas», pero que falsamente «proclamó una suerte de gran ley de que las leyes matemáticas eran las leyes mismas del ser». Y es que, como aclara Lacuria, «hablando con rigor, no es la unidad, sino la idea de unidad, la que da lugar a la idea de número».

Así, «la certeza matemática es siempre consciente, no añade un átomo a nuestro conocimiento positivo»; anticipamos aquí una famosa fórmula: «En la medida en que las proposiciones de las matemáticas se relacionan con la realidad, no son ciertas, y en la medida en que son ciertas, no se relacionan con la realidad» (Einstein). Además, Lacuria extiende esta misma crítica a todas las ciencias que utilizan las matemáticas, lo que les confiere un doble límite: «La astronomía, la física y la química son ciertas allí donde pueden expresarse mediante números precisos; en todo lo demás, se reducen a conjeturas».

Aviso de publicación

En un siglo posrevolucionario marcado por la agitación política, el progreso científico, las ideologías sociales y la creciente rivalidad entre razón y fe, el abate Paul François Gaspard Lacuria (1806-1890) escribió su obra principal, Les Harmonies de l’être, con el objetivo declarado de reducir la oposición aparentemente irreconciliable entre ciencia y fe. Fue bajo la égida de la doctrina trinitaria, y gracias a consideraciones geométricas y matemáticas, como el abad buscó esta armoniosa conciliación filosófica que, según él, debía sentar las bases sintéticas de un saber universal reducido en última instancia a la «Gran Unidad». La ausencia de obras académicas que traten el caso de este metafísico místico, influido de diversas maneras por el ocultismo, nos impulsó a emprender el presente trabajo, que incluye, además de una biografía completa del autor, una presentación y un análisis detallados de su obra y, por último, un examen de su posteridad y de su influencia póstuma.

Reseña

Un filósofo y teólogo ocultista del siglo XIX: vida y obra del padre Paul François Gaspard Lacuria (1806-1890), por Bruno Bérard.

Bajo la supervisión de Jean-Pierre Brach.

Defendida el 16-01-2015 en París, EPHE , en el marco de la École doctorale de l’École pratique des hautes études (París), en colaboración con el LEM Laboratoire d’études sur les Monothéismes (París; 1998-….). El presidente del jurado fue Claude Rétat. El jurado estaba compuesto por Jean-Pierre Brach, Claude Rétat, Paul Airiau, Jean-Pierre Laurant, Jean-Robert Armogathe y Jean-Pierre Chantin. Los ponentes fueron Claude Rétat y Paul Airiau.

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