Este momento en que la inteligencia pasa de la potencia al acto no puede adquirirse, enseñarse ni demostrarse; es intuitivo, directo e inmanejable. A primera vista, podríamos decir que sólo lo no contradictorio es inteligible (no haremos inteligible un círculo-cuadrado), pero en el fondo esto no es más que la condición extrínseca de la intelección. El acto mismo de intelección es la aprehensión de la esencia en su «ainsidad», en su naturaleza propia, su contenido como tal; es entonces un acto intuitivo y sintético de contemplación, la revelación de la esencia como sentido, de la ainsidad como sentido. Esto es la inteligibilidad intrínseca: lo que «tiene sentido» para la inteligencia, lo que despierta en ella un «eco semántico», lo que «le dice algo», lo que «le habla» (Jean Borella).