Introducción

El término «metapolítica» (alemán: metapolitik, francés: métapolitique, italiano: metapolitica, español: metapolítica), del griego «tà metà tà politikà», significa literalmente «lo que está más allá de la política». Nacida por injerto de la preexistente y más famosa y renombrada palabra «metafísica», fue, que sepamos, utilizada por primera vez en círculos cristianos por el monje cisterciense Juan Caramuel Lobkowitz en 16501. Más tarde, cuando el término se utilizó en círculos laicos, no religiosos y de la Ilustración, pasó a designar o bien una concepción y una teoría particulares de la política, o bien el fundamento común en el que podían y debían basarse todas las teorías políticas.

En realidad, la palabra no ha tenido mucha suerte, y su escaso uso explica las diferentes caracterizaciones y la variedad de significados que se le han atribuido a lo largo del tiempo. Hemos identificado nueve ámbitos principales de aplicación: 1) teológico-jurisprudencial; 2) filosófico-jurisprudencial; 3) filosófico-político; 4) filosófico en sentido estricto; 5) mesiánico-utópico; 6) espiritual o místico-político; 7) sociológico-político o político-sociológico; 8) metafísico-político; 9) escatológico-profético. Se entiende que para cada dominio identificado, puede haber otras subdivisiones y ramas de significado, con diferentes matices y énfasis. He aquí algunos ejemplos.

El ámbito teológico-jurisprudencial.

El erudito que representó este punto de vista es el monje de origen español Caramuel Lobkowitz en su obra escrita en latín Metapolitica hoc est Tractatus de Repubblica Philosophice Considerata (1650). En ella, el monje llama a la civitas «un magno hombre místico» y al hombre «un pólisma, es decir, una pequeña civitas mística«. Al menos tres conceptos de ciudad se entrecruzan aquí: el concepto griego de pólis, el concepto romano-latino de civitas y el concepto romano-cristiano de Ecclesiam. Pólis, pues, no sólo como lugar físico delimitado por murallas, sino como comunidad viva de polítes, es decir, ciudadanos; civitas como estatuto jurídico de la ciudadanía2; Ecclesiam no sólo como «comunidad de fieles que profesan su fe en Jesucristo», sino también como «societas perfecta«, reflejo en la tierra de la civitas dei agustiniana y de la Jerusalén celestial apocalíptica.

La metapolítica se convierte entonces en una especie de «teodicea del derecho», una «iurisprudentia universalis» cuyos sujetos de derecho son las personas animadas y gobernadas por el espíritu divino.

No debemos olvidar que todo este discurso estaba dirigido, al menos en sus nobles intenciones, a defender la institución eclesiástica y la autoridad papal frente a los ataques cada vez más violentos de los reformadores protestantes que él llamaba «los rebeldes del Norte». Así pues, podemos decir que la metapolítica, en sus inicios, no nació como una nueva disciplina teológica, sino como una voz añadida al léxico del derecho canónico y como parte de una «reacción teológica» a las transformaciones que se estaban produciendo en la sociedad y en la Iglesia. Y ciertamente no es casualidad que, al mismo tiempo, la palabra más feliz «secularización»3 se acuñó para representar la separación cada vez más tajante entre instituciones religiosas y políticas, que condujo al declive de las creencias y prácticas religiosas y al confinamiento definitivo de la fe a la esfera privada.

Filosofía y jurisprudencia.

Estamos en el avanzado siglo XVIIIe , y ha transcurrido casi un siglo desde que la palabra apareció por primera vez. Fue utilizada por un puñado de juristas y jurisconsultos de origen académico que respondían a los nombres de Juan Luis de Lolme (1740-1806), Amadeo Hufeland (1762-1836), Augusto Luis de Schlözer (1735-1809) y Karl von Rotteck (1775-1840). En efecto, en las obras de estos autores, el término «Metapolítica» no reviste ninguna importancia particular, y el único que lo utiliza para delimitar un campo disciplinario preciso es von Rotteck. Éste le dio el significado de «ciencia teórica del Estado» para distinguirla de la «ciencia práctica del Estado», que para él era la política en sentido estricto. No sabemos cómo se trasladó el término de España o Italia (el tratado de metapolítica de Caramuel Lobkowitz no parece haber cruzado la frontera de estos dos países) a Alemania, pero desde luego no es casualidad que lo encontremos en el campo de los estudios jurídicos. Podría tratarse de una coincidencia o de un fenómeno de resonancia semántica, por así decirlo, pero tampoco puede descartarse un paso del testigo. 

Ámbito filosófico-político.

Debemos la entrada de la palabra en el ámbito filosófico-político al político prusiano Freiherr von Stein (1770-1840), pero sobre todo al filósofo francés Joseph de Maistre (1753-1821).

El barón von Stein incorporó el término metapolítica a su léxico, ciertamente después de de Maistre, que también le precedió en edad. Para él, la metapolítica es una política elaborada a partir de sistemas filosóficos y religiosos, es decir, una contrapartida metafísica a las teorías de gobierno. El significado no es precisamente positivo, ya que considera esta mezcla e hibridación de diferentes esferas como un peligro para el Estado, que debe ser vigilado de cerca.

Para Joseph de Maistre, católico devoto, la metapolítica como neo-disciplina y «metafísica de la política» merece toda la atención y el interés posibles.4

Surgen aquí dos visiones casi opuestas de la metapolítica: la primera, representada por von Stein, en la continuidad de los filósofos del derecho alemanes con los que comparte la idea del «estado de naturaleza», es crítica y negativa en favor de una realpolitik maquiavélica; la segunda, representada por De Maistre, es constructiva y positiva, pues es a través de su legitimación como ciencia y como ciencia absoluta como contribuye a la revitalización cultural de la Cristiandad.

Lo cierto es que a partir de estos dos autores, el término tiende a caracterizarse cada vez más en un sentido ideológico.

De Peter Viereck (1916-2006) – historiador conservador estadounidense5 – Raymond Abellio (1907-1986) – seudónimo de Georges Soulès, originalmente comunista, pero ahora derechista((En Ma dernière mémoire (1981, p. 497), Abellio escribe: «Toda metapolítica hunde sus raíces, en el nivel más bajo, en esas regiones atribuladas, en esas noches ancestrales del inconsciente de los pueblos, donde gravitan los complejos de agresión y de culpabilidad. (…) Por consiguiente, es imposible comprender la Segunda Guerra Mundial sin salir de la política banal para adentrarse en la metapolítica (…) Sean cuales fueren sus motivaciones inmediatas, el genocidio de 1942-1945 fue en sí mismo una verdadera operación de magia negra, en la que combinaron sus efectos el demencial orgullo luciferino de los nazis y su necesidad de posesión satánica). – desde Alain de Benoist (1943), fundador del movimiento cultural neopagano Nouvelle Droite, hasta Marco Tarchi (1952), considerado en la estela de Benoist como el ideólogo de la Nueva Derecha italiana, pero en versión católica, experimento que llegó a su fin en 1994; desde el marxista Alain Badiou (1937), fundador en los años sesenta del partido de inspiración maoísta UCF (Union des communistes de France marxiste-léniniste) y defensor de la ideología y los regímenes comunistas pasados y presentes6 hasta César Cansino (1963), politólogo mexicano de formación liberal en la estela de las enseñanzas de la filósofa Hannah Arendt7, la palabra «metapolítica» será declinada de todas las maneras posibles y asociada a cualquier tipo de programa, ideal o idea política. Sin embargo, prevalece sobre todo el pensamiento reaccionario y conservador que se ha apropiado de ella en el siglo XXe , asumiéndola automáticamente como parte de su repertorio lingüístico y sin ninguna consideración por su historia o genealogía. De ahí, muy probablemente, su mala fama y su accidentada trayectoria lingüística.

Filosofía en sentido estricto.

En el ámbito filosófico, el término «metapolítica» aparece raramente, pero en los últimos tiempos se ha hecho cada vez más común. Debemos su entrada en el pensamiento filosófico a Benedetto Croce, que en los años treinta comenzó a utilizarlo en sus discursos y escritos como sinónimo de «filosofía liberal»8. El significado es claro: en la medida en que la libertad trasciende las divisiones políticas, es esencialmente «metapolítica».

Además de Croce, Martin Heidegger también retomó el término en la misma época, interceptándolo de la obra de von Stein, pero sin entusiasmo y reduciéndolo a un «título» con un significado técnico carente de contenido.9.

En la obra del filósofo y poeta español Miguel de Unamuno, el término aparece también en la década de 1930, y encontramos rastros de él en el Epistolario inédito (Espasa Calpe, Madrid 1991), que recoge parte de su correspondencia a partir de 1932. Como es sabido, entre 1931 y 1933 Unamuno fue diputado en el Congreso de los Diputados por la circunscripción de Salamanca, con lo que adquirió también cierta familiaridad con la práctica política. Para él, la política sin metapolítica -es decir, la política sin la razón y el derecho que la sustentan y la trascienden- carecería de algo absolutamente esencial.

Cabe mencionar al menos a tres filósofos contemporáneos: Manfred Riedel, Attilio Meliadò y Alain Badiou.

Ridel es autor de un texto titulado Metafisica e metapolitica. Studi su Aristotele e sul linguaggio politico della filosofia moderna (Metafísica y metapolítica. Estudios sobre Aristóteles y el lenguaje político de la filosofía moderna), Il Mulino, Bolonia 1990. Para este investigador, la palabra «metapolítica» indica la presencia implícita de supuestos metafísicos en el pensamiento político. Esta presencia se revela en las obras de autores antiguos y modernos, desde la Política de Aristóteles hasta el Leviatán de Hobbes y la Filosofía de la Historia de Hegel. El concepto de «metapolítica» puede referirse, por tanto, al fundamento especulativo de las teorías políticas. 

El filósofo cristiano Attilio Meliadò, en su libro La comunità dell’Irreparabile. Saggio di metapolitica del Terzo (Franco Angeli, Milán 2001), proyecta la metapolítica en la dimensión ulterior (el más allá) de la ética, donde la política como «organización y gobierno de la irreparable finitud de nuestra existencia» encuentra finalmente su ubi consistam.10

Por último, pero no por ello menos importante, Alain Badiou, autor de Metapolítica (Cronopio, Nápoles, 2001), un texto que ha cosechado cierto éxito editorial y ha sido traducido a varios idiomas, contribuyendo más que otros a difundir el uso de la palabra especialmente entre intelectuales y pensadores de la izquierda radical, la define como «una actividad del pensamiento colectivo que se convierte en acción», algo que es a la vez ideal y real. Como hemos visto, su pensamiento está impregnado de muchas sugerencias filosóficas, de Hegel a Heidegger, hibridadas con el materialismo dialéctico marxiano.

Ámbito mesiánico-utópico.

Hasta la fecha, la metapolítica como utopía sólo ha tenido un gran exponente, el matemático polaco Josef Maria Hoene-Wroński (1776-1853). Wroński realizó importantes contribuciones en muchos campos del saber, desde las matemáticas hasta la astronomía y la filosofía, y dedicó muchas páginas a la metapolítica11, convirtiéndola casi en sinónimo de «política internacional». Fascinado por las doctrinas ocultistas y «esotéricas», de las que era un ferviente seguidor12, llegó a creer que los problemas de su Polonia y del mundo entero podrían ser resueltos de una vez por un líder político iluminado elegido por la Divina Providencia (más exactamente, su candidato ideal era Napoleón III), por lo que parece justo llamar a sus teorías metapolíticas utopías nacionalistas o utopías milenaristas. Por cierto, Wroński fue también el primero en asociar la metapolítica con la sinarquía13 por Saint-Yves d’Alveidre.

 Espiritual o místico-político.

La metapolítica como concepción espiritual, o más exactamente como mística de la política, ha tenido varios precursores, los más famosos de los cuales son Michel Foucault, Serge Latouche, Raimon Panikkar, Giorgio Agamben y, sobre todo, la teóloga y monja dominica Antonietta Potente. Quizá no todos sepan que Panikkar mantuvo una larga relación con Silvano Panunzio y que, en los últimos años de su vida, dedicó un largo ensayo a la metapolítica, que sólo se publicó discretamente en Canadá en una revista local de estudios religiosos y antropológicos. Su metapolítica, sin embargo, al igual que las de los otros investigadores mencionados, es una metapolítica de tono místico, que aúna ideales de justicia social, ecologismo, «decrecimiento feliz», ética cristiana y espiritualidad universal. El reciente libro de Federico Battistutta Misticopolitica. Orizzonti della spiritualità post-religiosa (Ed. Effeggi, Arcidosso 2022), donde se estudia de forma transversal la relación entre espiritualidad y política. En este caso, la elección de la palabra «misticopolítica» en lugar de metapolítica no es en absoluto casual, y responde a la necesidad de sus teóricos de mantener la política separada de la religión en todos los casos, implicando sólo la dimensión individual, personal e íntima y no la dimensión institucional y doctrinaria de la espiritualidad. Esta dimensión «ideológica» y «política» del término no preocupa a la joven e inconsciente Francesca Ragusa, que titula uno de sus fáciles libritos Metapolítica. Filosofía y meditación para la gente nueva (2012), donde el término se asocia a la conciencia planetaria y a una concepción holística del universo. Claramente, estamos justo en medio de la «filosofía» de la Nueva Era.

Ámbito sociológico-político o político-sociológico.

Un importante precursor de la metapolítica como reflexión sociológica y política, o a medio camino entre la sociología política, la ciencia política y la filosofía política, fue el politólogo e historiador estadounidense Anthony James Gregor (1929-2019)14 y para ilustres representantes vivos el italiano Carlo Gambescia y el argentino Alberto Buela Lamas (1946). Gambescia, sociólogo y académico de larga trayectoria y sólida formación liberal, es quizá uno de los pocos, si no el único, que ha dotado al término «metapolítica» de un significado de contenido que haga posible su futura inclusión entre las ciencias académicas. La metapolítica de Gambescia pretende estudiar «la realidad política en términos de lo que es, no de lo que debería ser». En consecuencia, no busca «el fundamento del Estado óptimo, (…) sino que se ocupa de las cuestiones de legitimidad del poder (raíces y formas) tal y como surgen, sin remontarse a ninguna causa primera extraterrestre». Metodológicamente, además, pretende «identificar y relativizar los juicios de valor»15.

La metapolítica es diferente para Buela, que la concibe más como un «campo de reflexión» que como una disciplina, un examen filosófico (a veces hermenéutico, a veces filosófico-analítico) de las categorías de lo político, cuyo objetivo principal es tanto desenmascarar y desmitificar el nuevo imperialismo político-cultural de Occidente, como valorizar y defender las etnias y culturas locales que se le oponen.16

Metafísica-política.

Cuando se trata de la metapolítica como «metafísica de la política» o «metafísica de la acción», el autor de referencia es el veronés Primo Siena (1927-2022). Amigo y, en cierto sentido, «alumno» de Silvano Panunzio, Siena, veterano de la República Social Italiana y principal representante del Movimiento Social Italiano hasta su disolución en 1995, desarrolló su propia idea de la metapolítica, diferente de la de Panunzio en algunos aspectos, sobre todo en lo que respecta a sus implicaciones militantes, culturales y políticas17. Su concepción ideal, heroica y romántica de la política inviste también la dimensión religiosa hasta aplastarla. No es casualidad que a Siena le gustara llamarse a sí mismo «gibelino» y considerara a Charles Maurras, Carlos Alberto Disandro, Giovanni Gentile18 y Julius Evola. En su caso, el carisma guerrero pesaba más que el carisma sacerdotal, mientras que, como veremos, en el caso de Panunzio ocurre exactamente lo contrario.

Escatología y profecía.

El significado de la metapolítica como «escatología civil» y «profecía» pertenece sólo a Panunzio. Hasta ahora, ningún autor o investigador ha tomado la antorcha, aparte de nosotros. Por eso nos sentimos casi obligados a escribir sobre ello cada vez que surge la oportunidad. En este caso, intentaremos ser un poco más analíticos de lo habitual, para que el lector se haga una mejor idea de lo que estamos hablando.

Silvano Panunzio heredó la palabra «metapolítica» de su padre Sergio, quien a su vez la tomó prestada de los filósofos jurídicos alemanes del siglo XVIIIe . Esta combinación de lo sobrenatural y lo político, Sergio Panunzio la vio históricamente realizada en los acuerdos firmados entre el Reino de Italia y la Santa Sede el 11 de febrero de 1929, más conocidos como los «Pactos de Letrán», que restablecieron, aunque de forma inadecuada e insuficiente, la relación entre el poder temporal y el espiritual, que, por el bien de todos, no debía aflojarse, sino reforzarse. El término Metapolítica, según Sergio Panunzio, no sólo podía expresar esta nueva comprensión en el sentido de la igual dignidad de Dante, sino también promoverla culturalmente. De ahí la idea de fundar una nueva revista de estudios filosófico-jurídicos con este título. Desgraciadamente, el proyecto fracasó durante la Segunda Guerra Mundial, pero su hijo Silvano lo retomó en los años setenta con un enfoque totalmente distinto: menos culturalista y académico, y más espiritual. En efecto, el subtítulo «revue d’études universelles» revelaba abiertamente su vocación enteramente católica, ecuménica, sapiencial y tradicional.

Desde el primer número, publicado el 29 de septiembre de 1976 -festividad de San Miguel Arcángel, elegido por Panunzio patrón de la Metapolítica- nos esforzamos por explicar el significado de la nueva palabra -nueva, por supuesto, para quienes nunca habían oído hablar de ella- a través de una serie de artículos específicos19 que completaba lo que ya se había expuesto ampliamente en la formidable y poderosa obra en dos volúmenes (¡novecientas páginas en total!) Metapolitica, dalla Roma eterna alla nuova Gerusalemme (Metapolítica, de la Roma eterna a la nueva Jerusalén).20

Aunque Panunzio nunca lo dijo explícitamente, y sus escritos no lo mencionan, el autor que proporcionó a «su» idea de metapolítica el mayor número de pistas es sin duda René Guénon. Sin la metafísica integral de Guénon, la metapolítica de Panunzio sería inconcebible, es decir, carecería de fundamentos doctrinales y espirituales sólidos y se reduciría a una construcción ideal muy frágil o, peor aún, a una utopía peligrosa o a un mero «teorema» sobre las relaciones de poder. Del mismo modo, una metafísica sin metapolítica complementaria puede ser más fácilmente incomprendida y deslizarse hacia un espiritualismo desvinculado de la realidad humana y social.

Dicho esto, ahora podemos reconocer, como ha hecho el académico David Bisson en su libro René Guénon. Une politique de l’esprit (Pierre-Guillaume de Roux, París 2013), que no es en absoluto cierto que los discursos de Guénon carezcan de una dimensión política y social.

Digamos que la dimensión metapolítica del mensaje de Guénon consistía -sobre todo al principio de su magisterio tradicional- no tanto en criticar (pars destruens) el democratismo -es decir la falsa afirmación de los principios democráticos- y el mundo moderno con todas sus distorsiones, sino más bien en tratar de fomentar (pars construens) la creación y formación de una élite intelectual mediadora entre Oriente y Occidente, con el objetivo de restaurar lo que quedaba en Europa de civilización tradicional21. Pero debemos ser claros en este punto si no queremos caer en malentendidos y traicionar el verdadero mensaje del gran sufí. En efecto, este límpido e insustituible portavoz de la Tradición nunca escribió que tal restauración fuera realmente posible, y menos aún que debiera perseguirse políticamente como en la mejor tradición contrarrevolucionaria22. Para él, de hecho, se trataba simplemente de promoverlo y fomentarlo intelectualmente, sin entrar directamente en el terreno político, para crear una especie de vínculo ideal entre dos mundos, el «viejo» que, según las leyes cíclicas que rigen el cosmos, estaba llegando a su fin, y el «nuevo» que signos inequívocos anunciaban como inminente23. En efecto, ninguna «reacción» humana, ninguna utopía retrospectiva podría jamás interrumpir los «ritmos de la historia». Al contrario, era necesario desplazar el frente de la lucha del exterior al interior de cada uno de nosotros (para Panunzio, la «acción metapolítica» más verdadera e incisiva era el desarrollo interior del individuo, que necesariamente acaba reflejándose también en la dimensión social y política). Ninguna «revuelta contra el mundo moderno», pues (como proponía el primer Evola, que más tarde pasó a la fórmula, ciertamente más tradicional pero no menos problemática, de «cabalgar sobre el tigre»), sino una «gran guerra santa» contra los enemigos interiores que asedian el alma del hombre e impiden su reintegración en el Absoluto. Esta es la verdadera acción restauradora o «acción de presencia» (fórmula metafísica de matriz taoísta) propuesta por Guénon, que coincide con la llamada «conservación revolucionaria» (fórmula metapolítica de matriz soreliana)24 promovido por Silvano Panunzio.

No se trata, por tanto, de dos perspectivas opuestas y mutuamente excluyentes, sino de una única perspectiva vista desde dos puntos de vista diferentes en una relación de mutua implicación e integración. En consecuencia, diría que aquí cae tanto la crítica de Panunzio a los pensadores tradicionales por la falta de implicaciones sociales en sus teorizaciones, como la dirigida por Tarchi y otros a la Tradición como «mito incapacitante». Añadiríamos, entre otras cosas, que después de los años ochenta, la metapolítica de Panunzio, que siguiendo los pasos de su padre y por el camino del «sindicalismo revolucionario» tenía repercusiones e implicaciones políticas y sociales, tendió a espiritualizarse cada vez más en la conciencia, que poco a poco se convirtió en una certeza, la de un resultado concluyente de procesos históricos en curso sobre los que ya no se podía influir.

Con el inicio del tercer milenio, de hecho, según Panunzio, la metapolítica ha entrado en una nueva fase, la última, en la que las teorizaciones ideales deben dar paso a las realizaciones concretas. Los conflictos y las pasiones de la historia, aparentemente gobernada por los hombres, están destinados a resolverse en un escenario apocalíptico. Así, todos los problemas contemporáneos, todas las cuestiones civiles y sociales, e incluso todos los problemas individuales, están destinados a encontrar una solución providencial y una nueva síntesis.

Pero esta transición no será indolora, y cada uno tendrá que encontrar la fuerza dentro de sí mismo para revertirla. Aquí, pues, la verdadera finalidad -si se quiere, la verdadera utilidad- de la metapolítica panunziana consistirá en recordar a quienes acepten su mensaje no sólo de dónde vienen, sino sobre todo adónde van, pues lo que está en juego no es sólo la salvación individual, las religiones, las civilizaciones o lo que queda de ellas, sino el destino mismo de la especie humana e incluso el de la tierra que la acoge.

Todo esto hay que decirlo para subrayar la distancia abismal que separa la «metapolítica» panunziana tanto de sus falsificaciones actuales como de sus improbables yuxtaposiciones.

Hace unos años, algunos incluso intentaron convertir la Metapolítica de Panunzio en una propuesta política presentándose, de cara a la campaña electoral para el gobierno local de Apulia, con el escudo de armas de la ATMA25. Esto se evitó en el último momento, pero este execrable episodio sugiere que las precauciones tomadas para salvar la metapolítica en el sentido panunziano de un uso instrumental y distorsionado nunca son suficientes.

De ahí la necesidad y la obligación moral de que tracemos una línea clara entre lo que es compatible con la metapolítica panunziana y lo que no lo es y nunca lo será.

La primera distancia de seguridad que hay que respetar, en la que insistió el propio Panunzio, es la de la llamada «revolución conservadora». A este respecto, es doloroso recordar la decepción de Panunzio ante el título del libro de Marcello Veneziani La Rivoluzione conservatrice in Italia (SugarCo Edizioni, Milán 1987), que daba la impresión de que el fascismo italiano se inspiraba en la Weltanschauung de la Alemania nazi (cuando, según Panunzio, era exactamente lo contrario). Esto era evidentemente falso, y el propio libro de Veneziani, en contradicción con su título, lo confirmaba detalladamente. Pero fue precisamente esa falta de rigor, incluso en el lenguaje, lo que dio lugar a interpretaciones erróneas y ridiculizó un acontecimiento histórico ya suficientemente indignado.26.

Si, además del fascismo, la Metapolítica de Panunzio hubiera tenido un parentesco con el nacionalsocialismo alemán27, sin duda habría sido rechazada, pues, como dice el Evangelio, «no hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos» (Lc VI, 43-45). Pero lo cierto es que en el origen de la nueva concepción de la Metapolítica de los Panunzios estaba la escuela italiana y el genio latino de Dante y Savonarola, Vico y Gioberti, Mazzini y Rosmini, Manzoni y Toniolo, León XIII y Sturzo.28.

La metapolítica panunziana también se ha distanciado de la llamada «teología política», ya sea antigua o nueva, es decir, de C. Schmitt y E.W. Böckenförde, así como de J.B. Metz, J. Moltmann y E.B. Metz. Böckenförde, así como de J.B. Metz, J. Moltmann y E. Schillebeeckx. La «teología política» es, de hecho, una rama de la filosofía política y la teología, es decir, una perspectiva «de abajo arriba» que implica una pluralidad de ángulos diferentes, a menudo conflictivos, mientras que la metapolítica es una perspectiva «de arriba abajo». Por ejemplo, según Carl Schmitt y Jacob Taubes, la política y sus categorías descienden directamente de la religión, de la que constituyen incluso una forma secularizada; por el contrario, según Jan Assmann, es la religión la que sirve de camuflaje a la política. Para ambas posturas, el problema de la existencia o inexistencia de una Providencia y de una «jerarquía invisible» ni siquiera se plantea. En cambio, la metapolítica panunziana, que sí las tiene en cuenta, no permite comparación alguna con tales perspectivas, cuyos límites, por el contrario, sólo puede denunciar.

 Un argumento similar puede hacerse para la filosofía y la teología de la historia, aunque esta última en particular tiene un cierto «parecido de familia» con la Metapolítica. Pero la teología de la historia no deja de ser un «discurso conjetural», aunque esté iluminado por la fe y la gracia, mientras que la Metapolítica panunziana tiene más bien las características de un «esoterismo» y de una suma doctrinal, que integra y hace inteligible todo un conjunto de conocimientos extraídos de la «Tradición Universal» y una visión de la realidad que es a la vez ética y espiritual.

Aquí radica la diferencia entre la metapolítica de Panunzio, que bebe de Oriente, Occidente y Oriente Próximo, y, por ejemplo, la «sociología de lo sobrenatural» de un Don Luigi Sturzo, que queda confinada a la dimensión teológica cristiana y católica29

Para completar el cuadro, no podemos dejar de mencionar la llamada geopolítica, que algunos quisieran «hermanar», a nuestro juicio peligrosamente, con la metapolítica panunionista, proponiendo paralelismos bastante incorrectos e inoportunos con las tesis criptopolíticas de un Jean Parvulescu y un Alexander Dughin30. En realidad, la geopolítica se limita al estudio de la relación entre geografía física, geografía humana y acción política, mientras que la metapolítica pan-sindicalista no tiene nada que ver con ella. Al menos, esta última puede tener algo que ver con la «geografía sagrada» apreciada por los antiguos, pero para la que no existen libros de texto que puedan consultarse. La «toponimia» o esa rama de la antropogeografía conocida como «geografía religiosa», que estudia la relación entre el espacio geográfico y las ideas y creencias religiosas, pueden ser de ayuda31. Por supuesto, corresponde entonces a la facultad intuitiva e imaginativa del investigador hacer la lectura metapolítica adecuada, como ha hecho Silvano Panunzio con un talento excepcional.

Conclusión

Después de todas estas debidas y necesarias distinciones, parecerá extraño que, al concluir nuestro discurso, propongamos lecturas para un acercamiento a la metapolítica de Panunzio que Panunzio nunca habría soñado sugerir. Sin embargo, creemos que ciertos libros y autores pueden proporcionar elementos útiles, digamos, para su exposición, así como para la batalla cultural que puede librarse en su lugar y en su nombre. Por ejemplo, un Franz Rosenzweig, un Gershom Scholem, un Sergio Quinzio y sobre todo un Henry Corbin. Cuatro autores muy diferentes, pero todos ellos tenían en común la perspectiva profética bíblica, la idea de un tiempo cualificado y la posibilidad -considerada absolutamente «real»- de una irrupción de la Eternidad en la historia. Sobre la base de estas ideas, que también pertenecían a Panunzio, tal vez sea posible que la Metapolítica sea aceptada también en círculos habitualmente resistentes y hostiles al esoterismo y al «punto de vista tradicional». Nos hacemos pocas ilusiones al respecto, pero esperamos que esta perspectiva no caiga en el olvido y que, incluso en los tiempos oscuros y controvertidos en los que vivimos, encuentre otras mentes generosas dispuestas a ampliar y continuar su discurso. Al menos hasta que los tiempos marcados por el Todopoderoso se cumplan definitivamente.

Notas

  1. Descubrimiento que debemos al profesor Gustavo Bueno Sánchez (1924-2016).[]
  2. El término para la ciudad como conjunto de edificios y murallas es urbs.[]
  3. La expresión séculariser (en francés en el texto) fue utilizada por primera vez en Münster el 8 de mayo de 1646 por el legado francés Longueville durante las negociaciones para la Paz de Westfalia. Cf. Potere e secolarizzazione (Poder y secularización), 1985, de Giacomo Marramao.[]
  4. Saggio sul principio generatore delle costituzioni politiche e delle altre istituzioni umane (Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas y de otras instituciones humanas), 1814, leemos: «Pero este tipo de consideraciones se repite una y otra vez, especialmente en lo que es más esencial y fundamental en política, es decir, en la propia constitución de los imperios. He oído que los filósofos alemanes han acuñado el término Metapolítica para situarla, en relación con la política, en la misma relación que existe entre la metafísica y la física. Me parece que esta nueva expresión está muy bien encontrada, para expresar la metafísica de la política; en efecto, existe una, y esta ciencia merece toda la atención de los observadores».[]
  5. En Metapolítica de los románticos a Hitler en el 41 y en Metapolítica: Las raíces de la mente nazi en el 61.[]
  6. véase Alain Badiou, Metapolitica, Cronopio, Nápoles 2001.[]
  7. En 1990, Cansino lanzó en México una revista titulada Metapolítica que duró más de una década, la única en llevar este nombre después de la de Silvano Panunzio.[]
  8. Véase B. Croce, In qual senso la libertà sia un concetto metapolitico (en Pagine Sparse, II, Bari 1953) y La concezione metapolitica della storia di Benedetto Croce d’Antimo Negri (Sansoni, 1966).[]
  9. Véase Concetti fondamentali della metafisica, Il Melangolo, Génova 1983, pp. 56-57. Se trata de una transcripción de las conferencias universitarias que Heidegger pronunció en Friburgo en el semestre de invierno de 1929-30.[]
  10. La locución latina dā ubi cōnsistam, significa literalmente: «dame un punto de apoyo». Es una abreviatura del lema atribuido a Arquímedes: «Dā mihi, inquit, ubi cōnsistam, et terram commovēbō» («Dame un punto de apoyo y levantaré el mundo»), en referencia a la propiedad de palanca (cf. Pappi Alexandrini, Mathematicae collectiones, Liber Octavus, Problema VI, Propositio X, p. 1060; NdE.[]
  11. He aquí la lista completa: Epitre au Pape (1827); Le Prodrome du Messianisme (1831); Messianisme, union finale de la philosophie et de la religion constituant la Philosophie absolue (1843); Métapolitique messianique (1839); Le secret politique de Napoléon (1840); Epitre à S.A. le Prince Czartoryski sur la Déstinée de la Pologne et généralement des nations esclaves (1848); Philosophie absolue de l’histoire ou Genèse de l’humanité – Historiosophie (1852); Lettres diverses, dont certaines au futur Napoléon III.[]
  12. Fue admirado y elogiado por el padre fundador del ocultismo francés Eliphas Lévi y el esoterista cristiano Paul Sédir.[]
  13. La palabra sinarquía -del griego συν syn (juntos) y ἀρχή arché (mando)- significa «gobernar juntos». El primer uso de este término, antes de su apropiación por Saint-Yves d’Alveidre, se atribuye a Thomas Stackhouse (1677-1752), un sacerdote británico que lo utilizó en su publicación Nueva historia de la Santa Biblia desde el principio del mundo hasta el establecimiento del cristianismo (publicada en dos volúmenes en 1737).[]
  14. Cf. An Introduction to Metapolitics: A Brief Inquiry into the Conceptual Language of Political Science, Free Press, Nueva York 1971. En su caso, hablamos más precisamente de una aproximación sociológica previa a la metapolítica (en términos de metodología de las ciencias sociales). Este investigador se ocupó principalmente de las vicisitudes históricas del fascismo, y produjo numerosas monografías sobre importantes personalidades del Ventennio, entre ellas Sergio Panunzio. Sobre este último, véase el ensayo Sergio Panunzio: il sindacalismo ed il fondamento razionale del fascismo (Volpe, Roma 1978; nueva edición ampliada, Lulu.com, 2014), que fue escrito en consulta con su hijo Silvano en varias ocasiones.[]
  15. Carlo Gambescia, Metapolitica. L’altro sguardo sul potere (Ed. Il Foglio, Piombino 2009), pp. 31-32.[]
  16. El texto de referencia de Alberto Buela sobre este tema es Metapolítica y filosofía, Ediciones Teoría, Buenos Aires 2002.[]
  17. Véase La spada di Perseo. Itinerari metapolitici (La espada de Perseo. Itinerarios metapolíticos), Solfanelli, Chieti 2013).[]
  18. De Gentile, según Siena, podemos aprender el amor a la patria, la brillante intuición del valor altamente patriótico de los levantamientos antijacobinos y la seriedad de un camino filosófico hacia la fe católica. Siena está convencido de que, en los últimos años de su vida, Gentile superó el error neoidealista y se acercó más que nunca a una verdadera fe cristiana[]
  19. La recopilación de estos artículos se publicó en 2023 con el título Che cos’è la metapolitica?[]
  20. Publicada por primera vez por Il Babuino en Roma en 1979 y casi inmediatamente fuera de circulación, la obra fue finalmente reimpresa en una edición anastática por la editorial milanesa Iduna en 2021 bajo la égida de Aldo La Fata.[]
  21. Más allá de ciertos aspectos decadentes y regresivos invariablemente presentes en todas las épocas, para Guénon, el ejemplo histórico de restauración de la civilización en términos tradicionales es la Edad Media.[]
  22. Hubo un momento en la historia, entre los años ochenta y noventa, en que personalidades desquiciadas creyeron absurdamente que las tesis de Guénon podían justificar el llamado terrorismo islamista.[]
  23. Sobre este punto, véase la obra magistral Il Regno della quantità e i Segni dei tempi (1945), «El reino de la cantidad y el signo de los tiempos».[]
  24. En lo que se refiere a la crítica del llamado «progreso», el autor más próximo a Guénon es el mismo George Sorel, teórico del «sindicalismo revolucionario», que tan importante papel desempeñó en la formación filosófica y política y en las ideaciones de Sergio Panunzio. El texto de Sorel, que precede en veinte años a Crise du monde moderne (1927) de Guénon y anticipa ciertos temas, es Les illusions du progrès (1907).[]
  25. La Alianza Trascendente Miguel Arcángel era una especie de «fraternidad» de inspiración monástica y caballeresca creada por Primo Siena y Silvano Panunzio a finales de la década de 1950, con normas de conducta de carácter ético y principios y objetivos de naturaleza espiritual.[]
  26. Sergio Panunzio fue amigo de Benito Mussolini en su juventud y fue durante tres años ministro de Comunicaciones en su gobierno. Silvano, por su parte, era amigo y compañero de instituto del segundo hijo de Mussolini, Vittorio.[]
  27. Es cierto que la palabra tuvo buena prensa en los círculos wagnerianos que precedieron e inspiraron al nacionalsocialismo.[]
  28. La relación histórica entre metapolítica y fascismo está bien explicada por Silvano Panunzio en su libro La conservazione rivoluzionaria. Dal dramma politico del Novecento alla svolta metapolitica del Duemila (Il Cinabro, Catania 1996), escrito a la vez como homenaje a su padre Sergio, cuyas ideas expone, y como contrapunto al libro de Veneziani.[]
  29. Véase La vera vita. Sociologia del supernaturale de 1943, a la que Panunzio dedicó el ensayo: Per una rettificazione metafisica della sociologia. Lo spiritualismo storico di Luigi Sturzo, Roma 1961.[]
  30. De los dos tradicionalistas «atípicos», el más confuso es sin duda Dughin, que reúne, sin verdadera comprensión ni discernimiento, las instancias teológico-políticas de un Schmitt, el panslavismo ruso y las doctrinas metafísicas y tradicionales de un Evola y un Guénon.[]
  31. Le remitimos a los valiosos estudios de Daniele Perra: Geografia sacra. Scienza e magia degli elementi naturali dalla preistoria agli etruschi Ciencia y magia de los elementos naturales desde la prehistoria hasta los etruscos«), Ed. Effeggi, 2015 y Dalla geografia sacra alla geopolitica (Cinabro Edizioni, Roma 2020) y a quello ancora unico nel suo genere di Jean Richer, Geografia sacra del mondo greco (Rusconi, Milano 1989). En cuanto a la «geografía religiosa», nos remitimos al único texto aún en circulación del profesor Gastone Imbrighi Lineamente di geografia religiosa (Editrice Studium, Roma 1961.[]